Sobre el amor del mundo
Ella es verdadera, la
palabra del Señor según la cual nadie puede poseer a la vez el apego (pothos) al mundo y el amor (agapè) de Dios, ni estar a la vez en
comunión con el mundo y en comunión con Dios, ni preocuparse al mismo tiempo
del mundo y de Dios (cf. Mt. 6, 24). Cuando abandonamos las cosas de Dios a
causa de las vanas glorias, o, como sucede a menudo, para satisfacer las
necesidades del cuerpo, muchos de nosotros se dejan arrastrar hacia otras
cosas. Ellos pretenden trabajar por el Reino de los cielos, pero olvidan la
promesa del Señor, que dice: “Si vosotros os preocupáis más que por el Reino de
los Cielo, yo no os dejaréis privados de lo que es necesario a vuestra
naturaleza corporal, sino que todo esto yo se los daré también. Yo no dejaría
que os preocupéis por estas cosas.” (Mt. 6, 33). Él se preocupa de los pájaros
que no tienen alma razonable y han sido creados para nosotros, y ¿Él no cuidará
de nosotros? Sin duda alguna. A quien se preocupa de las cosas espirituales, o
de alguna de entre ellas, las cosas corporales le serán procuradas al tiempo
querido, sin que él tenga temor de que les falten. Por el contrario, aquel que
se preocupa de las cosas corporales más de lo necesario, las cosas de Dios le
faltarán a pesar de él. Pero si nosotros somos fervorosos en nuestra
preocupación por lo que se hace por el Nombre del Señor, Él mismo se preocupará
por unas y por otras, según la medida de nuestro combate.
2. Sin embargo, nosotros no
debemos poner a prueba a Dios, esperando que él nos otorgue los bienes
materiales a cambio de nuestra actividad espiritual, sino que nosotros debemos
orientar todo nuestro trabajo hacia la esperanza de los bienes por venir. En
efecto, aquel que se ha consagrado de una vez por todas a la adquisición de la
virtud, movido por el amor [que posee] su alma, y que desea llevar a buen fin
esta obra, no se preocupa más de las cosas corporales, ni de su presencia o de
su ausencia. A menudo Dios permite que los hombres virtuosos sean probados al
respecto, y deja a los malvados sublevarse contra ellos de todos los lados. Él
les golpea en sus cuerpos, como a Job, les reduce a la pobreza, los pone al
margen de la humanidad, les golpea en todo lo que ellos poseen; sin embargo,
estos males no pueden producir perjuicio a sus almas.
3. No es posible, en efecto,
cuando marchamos por el camino de la justicia, que nosotros no encontremos
contrariedades, que nuestro cuerpo no sea probado por la enfermedad y la fatiga, y que no nos pasen distintas vicisitudes,
si queremos vivir según la virtud. Pero el hombre que lleva su vida siguiendo
su propia voluntad, o estando dominado por la envidia, o perdiendo su alma, o
entregándose a otras cosas nocivas, está condenado. Si aquel que marcha por el
camino de la justicia y se dirige hacia Dios con muchos compañeros, encuentra
sobre el camino alguna de estas cosas penosas, no debe desviarse de su ruta,
sino aceptarlas con alegría y simplicidad, y dar gracia a Dios que le ha
otorgado su gracia y le ha juzgado digno de soportar las pruebas y de
participar así de los sufrimientos de los profetas, de los apóstoles y de otros
santos que han soportado, sobre su camino, tribulaciones venidas tanto de los
hombres, como de los demonios o de sus propios cuerpos. Estas cosas no
pueden ocurrir sin un orden de Dios y
sin que Él las permita, a fin de que ellas produzcan en nosotros la justicia.
Es imposible, en efecto, que Dios otorgue a aquel que quiere unirse a él otro
beneficio más que el de hacerle cargar algunas pruebas por la verdad.
4. El hombre, por él mismo,
no puede hacerse digno de algo tan grande como el de sufrir la prueba para
obtener estos dones divinos, y alegrarse en ello. Esta no puede ser más que una
gracia que viene de Cristo. San Pablo da testimonio de esto. Esto es tan grande
que él no duda en llamar “carisma” al hecho de que un hombre, porque pone su
esperanza en Dios, le sea dado sufrir: “les ha sido otorgado este don, no sólo
de creer en Cristo, sino también de sufrir por él” (Fil 1,29). Y san Pedro, en
su Carta, escribe: “Felices vosotros cuando sufráis por la justicia, pues participáis
de los sufrimientos de Cristo” (1 Pe 3, 14). Tú no debes pues alegrarte cuando
estás en la prosperidad, y en la tribulación tomar un aire triste, como si
pensaras que estas pruebas son extrañas
a los caminos de Dios. En efecto, desde el principio y de generación en
generación, es por la cruz y por la muerte que se avanza por este camino. ¿De
dónde viene que tú consideres que las aflicciones encontradas en el camino
están fuera del camino? ¿No quieres caminar sobre las huellas de los santos? ¿O
bien quieres tener un camino trazado especialmente para ti, exceptuando los
sufrimientos? El camino de Dios es una cruz cotidiana. Nadie puede subir
confortablemente al cielo. Nosotros sabemos dónde desemboca el camino de la
facilidad. Cuando alguien se da a Dios con todo su corazón, Dios no le deja
jamás sin preocupaciones, -sin preocupaciones de verdad. Es en esto que se
reconoce cuando Dios toma cuidado de un hombre: él le envía sin cesar
aflicciones.
5. Aquellos que pasan su
vida en las pruebas, la Providencia no permite jamás que ellos caigan en mano
de los demonios, sobre todo si ellos besan los pies de sus hermanos, si ellos
cubren sus faltas y las ocultan como si éstas fueran sus propias faltas. Quien
quiera estar sin preocupaciones en el mundo y que todos les feliciten, y que
desea al mismo tiempo caminar sobre el camino de la virtud, está fuera de este
camino. Los justos, no sólo combaten voluntariamente para realizar las obras
buenas, sino que también llevan un combate mayor soportando las pruebas que no
han buscado, para que sea probada la paciencia de ellos. Pues el alma que teme
a Dios no reduce nada de lo que perjudica al cuerpo, sino que espera en Dios,
ahora y en los siglos de los siglos. Amén.
Discurso 4 de la Primera colección de Isaac el Sirio.
Saint Isaac le
Syrien. Discours ascétiques (según la
versión griega).
Traducción al
francés, introducción y notas por P. Placide Deseille.
Monastére
Saint-Antoine-Le-Grand y Monastére de Solan. 2011
pp. 89-91.